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Sencillamente extendiste el brazo y me arrancaste el corazón, lo guardaste en uno de los bolsillos de la chaqueta y te alejaste con un cigarrillo en los labios.
La sangre dibujaba estrellas y lunas en mi pecho, sobre la camiseta.
Solo dejaste un pedazo boqueando agónico en un sucio charco, un fragmento ínfimo y maltrecho.
Me acurruqué en la acera, abrazándome con fuerza.
Un desconocido me observó y se acercó al ver que murmuraba.
- Se lo ha llevado, ¿sabe?: Mi corazón, solo ha dejado esos restos, ahí, entre la basura. Sin anestesia, sin avisar, y no he recibido nada a cambio, ni una sonrisa ni un roce casual. Seguramente se le olvidará en el bolsillo o no, puede que lo moje en cerveza o lo utilice de cenicero.¿Quién querrá ahora lo que ha dejado?¿Quién querría algo así? Quizás yo tampoco lo quiera, debería haberlo forrado con hierro y espinas. ¡Lo zarandeó! zarandeó mi corazón como si fuera un trapo viejo.
Rompí a llorar.
El desconocido recogió el corazón y, con infinita paciencia, comenzó a remendarlo.
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