El desconocido pasó a ser mucho más que un conocido.
Aunque a veces usaba el corazón de alfiletero (¡estaba siempre tan a mano!) o tiraba distraidamente de uno de los hilos que lo remendaban, dejando caer algunas gotas que manchaban como pétalos de rosas rojas la alfombra (las rosas de verdad llevaban tiempo marchitas. Nadie se había decidido a cambiarlas).Pero el corazón se cansó de ser desangrado, no tenía él la culpa de que al otro su dolor no le doliese, y se marchó.
...Sin embargo
volvía, claro que volvía, ¿de qué había servido tanto amor si no lo hacía?.
(Tú ni lo dudabas).
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